miércoles, 3 de marzo de 2010

Fragmento de una conferencia de divulgación sobre el Descubrimiento del Radio (1922)


Podía decirse mucho acerca del radio y la radiactividad; y esto nos llevaría mucho tiempo. Pero, como no podemos hacerlo, expondré tan sólo una breve reseña de mis primeros trabajos acerca del radio. El radio ya no es un niño; tiene más de veinte años de edad, pero las condiciones en que fue descubierto tiene sus peculiaridades, y por eso también es interesante recordarlas y explicarlas.
Debemos retroceder hasta el año de 1897. El profesor Curie y yo trabajábamos por aquella época en el laboratorio de la Escuela Física y Química, donde daba clase el profesor Curie. Estaba yo empeñada en cierto trabajo con los rayos del uranio que hacia dos años había descubierto el profesor Becquerel. Les explicaré cómo puede comprobarse la presencia de esos rayos. Si tomamos una placa fotográfica y la envolvemos en papel negro, y luego sobre esa placa, así protegida contra la luz ordinaria, ponemos un poco de sal de uranio y la dejamos en esta forma un día entero, al revelar la placa al día siguiente veremos sobre ella una mancha negra en el lugar donde estaba la mancha de uranio. Esa mancha fue hecha por unos rayos especiales que despide el uranio y que son capaces de impresionar la placa lo mismo que la impresiona la luz ordinaria. También podemos comprobar que otra manera que existen esos rayos: colocando la sal sobre un electroscopio. Ya saben ustedes lo que es un electroscopio. S i lo cargamos, podemos conservarlo cargado durante varias horas y aún más, con tal que no se pongan cerca de él sales de uranio. Porque si así lo hacemos, el electroscopio pierde su carga, y poco a poco se va cayendo la lámina de oro o de aluminio. La velocidad a la que se mueve la lámina puede servirnos para medir la intensidad de los rayos: cuanto mayor sea la velocidad, tanto mayor es la intensidad.
Estuve cierto tiempo estudiando la manera de hacer medidas correctas de la intensidad de los rayos de uranio; y luego intenté averiguar si había o no otros elementos que produjesen rayos de la misma clase. Me puse, pues, a trabajar con todos los elementos conocidos y con sus compuestos, y hallé que son activados todos los compuestos del uranio y también los del torio; pero los demás elementos no resultaron activos, como tampoco son compuestos. Por lo que toca a los compuestos del uranio y del torio, encontré que eran activados en proporción con la cantidad de uranio o de torio que contienen.
Cuanto más uranio o torio hay en ello, tanto mayor es su actividad, pues esta actividad es una propiedad atómica de los elementos uranio y torio.
Después me dediqué a medir los minerales y hallé que eran activos varios de los que contienen uranio y torio. Pero resultó que la actividad de esos minerales no era lo que yo me esperaba, sino que era más grande que la de los compuestos de uranio y torio, y también que la de los óxidos que constan casi enteramente de estos elementos. Supuse entonces que podía haber en los minerales algún elemento desconocido que tuviera una radiactividad mucho más grande que la del uranio y del torio, y quise hallar y separar ese elemento, e inicié ese trabajo con el profesor Curie. Pensamos que lo haríamos en unas cuantas semanas o meses; pero no fue así. Nos llevó muchos años de intenso trabajo el terminar la labor. No había sólo un elemento nuevo, sino varios, puede separarse en estado puro.
Todos los ensayos para la separación fueron hechos empleando el método de tomar medidas eléctricas con una especie de electroscopio. Lo que teníamos que hacer era justamente hacer separaciones químicas y examinar los productos así obtenidos, por lo que toca a su radiactividad. Considerábamos que el producto que conservaba la radiactividad era más fuerte en algunos productos, sabíamos que habíamos logrado concentrar más el nuevo elemento. Usábamos la radiactividad de la misma manera que la prueba electroscópica.
El problema residía en que no hay mucho radio en el mineral. Esto no lo sabíamos al comienzo. Pero ahora sabemos que en un millón de partes de mineral bueno, no hay ni siquiera una parte de radio. Y, además, de eso, para obtener una cantidad pequeña de sal de radio pura, hay que elaborar una cantidad inmensa de mineral. Y eso era muy duro en el laboratorio.
En ese tiempo ni si quiera teníamos un laboratorio bueno. Trabajábamos en un cobertizo en que no había ninguna comodidad ni buenas condiciones para trabajos de química. No teníamos ninguna ayuda ni dinero. Y por esa causa el trabajo no podía ir adelante, como hubiera sucedido de habernos hallado en circunstancias más favorables. Realicé personalmente las numerosas cristalizaciones que se necesitaban para obtener sal de bario separada de la sal de bario, junto con la cual se saca del mineral. Y, por último, en 1902 logré obtener cloruro de radio puro y determinar el peso atómico del nuevo elemento, que es 226, siendo así que el bario es sólo 137.
Tiempo después logré separar también el radio metálico; pero fue ése un trabajo muy dificultoso; y, como no es necesario para el uso del radio el tenerlo en ese estado, generalmente no se prepara de esa manera.
El valor particular del radio reside en la intensidad de sus rayos, la cual es varios millones de veces mayor que la de los rayos del uranio. Y los efectos del uranio son los que dan tanta importancia al radio. Si nos colocamos en el aspecto práctico, la propiedad más importante de los rayos consiste en la producción de efectos fisiológicos en las células del organismo humano.
En multitud de ocasiones se han obtenido buenos resultados. Lo que se considera particularmente importante es el tratamiento del cáncer. El uso medicinal del radio hace necesario obtener ese elemento en cantidades suficientes. Así, pues, se estableció una fábrica de radio, primero en Francia y luego en América, donde puede conseguirse gran cantidad de un mineral llamado carnotita. América produce actualmente muchos gramos de radio; pero el precio sigue siendo todavía muy alto, por ser tan pequeña la cantidad de radio contenida en el mineral. El radio es más de cien mil veces más caro que el oro.
Sin embargo no debemos olvidar que cuando se descubrió el radio nadie sabía que resultaría útil en los hospitales. Fue un trabajo de pura ciencia. Y es esta una prueba de que el trabajo científico no debe considerarse desde el punto de vista de su utilidad inmediata. Hay que hacerlo por lo que él es en sí, por la hermosura de su ciencia, y después queda siempre la posibilidad de que el descubrimiento científico, como ha sucedido con el radio, se convierta en un beneficio para la humanidad.
Pero la ciencia no es rica; no dispone de medios importantes; por lo general no le reconocen sus méritos sino después de probada la utilidad material de sus descubrimientos. Las fábricas producen anualmente muchos gramos de radio, pero los laboratorios tienen cantidades muy pequeñas. Lo mismo sucede en mi laboratorio; y estoy agradecida a las mujeres americanas que desean que yo tenga más radio, y me dan la oportunidad de hacer con él una labor más amplia.
La historia científica del radio es hermosa. Se han investigado con mucho esmero las propiedades de los rayos. Sabemos que el radio lanza partículas con velocidad muy grande, casi igual a la de la luz. Sabemos que los átomos de radio se destruyen con la expulsión de esas partículas, algunas de las cuales son átomos de helio. Y que de este modo se ha probado que los elementos radioactivos se están desintegrando sin cesar y que al final producen elementos ordinarios, sobre todo helio y plomo. Como pueden ustedes ver, es ésta una teoría de transformación de átomos, los cuales no son estables, como antes se creía, sino que pueden padecer mudanzas espontáneas.
El radio no es el único que tiene estas propiedades. Ya se han descubierto muchas otras sustancias que tienen elementos radioactivos: el polonio, el mesotorio, el radio torio, el actinio. También conocemos gases radiactivos, que se llaman emanaciones. En la radiactividad hay una gran variedad de sustancias y efectos. Queda todavía un grande campo para la experimentación, y espero que en los años sucesivos tendremos algunos hermosos progresos. Deseo ardientemente que algunos de ustedes lleven esta labor científica adelante y conviertan en objeto de su ambición la determinación de brindar a la ciencia un aporte duradero.
Más sobre Marie Curie:
http://www.astrocosmo.cl/biografi/b-m_curie.htm